Cuando ves que llegas a clase y solo hay cinco compañeros que están sentados cada uno en su sitio, con la cabeza apoyada en la mesa por el sueño que tienen, te das cuenta de que vuelves a la rutina. Después de dos horas empiezas a asimilar que no queda tanto para terminar el día, y es entonces cuando tienes esa corazonada de que algo va a ir mal y se te va a estropear el día. Ahí es cuando tu corazonada se cumple. Todo lo que iba tan bien se derrumba y es como si cayeras en un pozo sin fondo mientras escuchas tu propio eco... Has pasado de estar feliz, sonreír y reírte por cualquier chiste tonto que te hayan contado, a un abismo lleno de oscuridad en el que solo estas tu llorando por lo mal que lo estas pasando. Sientes que los hombros te pesan que ese momento nunca va a pasar o incluso piensas que nadie va a darte la mano para ayudar a levantarte. Pero en el momento que menos lo pienses siempre habrá alguien dispuesto a agarrarte fuerte y ayudarte a caminar a lo largo de tu vida, intentando convencerte de que lo que te pasó hace un día, una semana, un mes... ya pasó, que esta contigo animándote hasta el fin de los días y que con su ayuda o sin ella va a hacer que sonrías siempre que estés delante de el/ella. Porque el vaso nunca esta medio vacío, siempre esta medio lleno, de aire o de líquido, pero siempre lleno.
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