Deja volar tu imaginación.

Una vez una persona me contó un cuento de un niño que no tenía miedo, se llamaba Juan, Juan sin miedo. Era tan valiente que se enfrento a brujas, fantasmas y hasta leones sin pasar pizca de miedo. Pero eso solo es un cuento.
Esa persona también me dijo que no existe nadie que no tenga miedo y que hay tantas clases de miedo como personas en el mundo. Miedo a perder las cosas que quieres, aunque sean muy pero que muy pequeñas. Miedo a las mariposillas que sientes en la tripa cuando te gusta un niño. Miedo a lo que no se puede explicar con las palabras. O el miedo que tienes al monstruo que vive dentro del armario, al que solo ganas, cuando eres tan valiente como para mirarle a la cara. Miedo a todo lo que queda por vivir y es inexplicable. Inexplicable por el hecho de nunca podemos adelantarnos a las cosas que pasarán. Pero el miedo a enfrentarnos a una noche oscura aumenta si no vemos que hay alguien al lado para darnos ánimos, gritandonos que sigamos adelante. Adelante por los sueños que nos quedan por cumplir. Juntos. Separados. Pero sueños que, a pesar del miedo que nos paraliza, quieren salir a la luz una noche de luna llena.

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