Hay quien tiene valor para quitarse la máscara, y hay quien no puede vivir sin ella. Y hay, quien no sabe que la tiene, hasta que no se la arrancan de un guantazo. Aunque, admitámoslo, no hay nada más cómodo que una máscara... nadie sabe lo que sientes. Lo malo de las máscaras es que, cuanto más te escondes tras ellas, más vértigo da recordar quien eres. Por eso yo estoy contento. He conseguido un pequeño, ínfimo e insignificante objetivo: hoy me he quitado la máscara, y cuando caiga el telón no voy a tener miedo a recordar quien soy. A recordar que una vez, hace mucho tiempo ya, me enseñaron a diferenciar entre valorar al que tengo a mi lado, y a dejar de lado al que no me valora. Que irónico, ¿no? Todos intentamos aparentar quien no somos para caer mejor a los que nos rodean. Sin embargo, esto, lo único que nos causa, es confusión cuando intentamos salirnos de los esquemas que una vez, nosotros marcamos. Todas las personas hay algo que sabemos hacer bien, y es cambiar de opinión. Es por eso, que nos adaptamos a los demás al principio para poder "encajar" y así, a lo largo del tiempo, poder ir convirtiéndote en ti mismo de una puñetera vez. No estoy diciendo que tengamos que cambiar nuestra personalidad, y mentir a todo el que se ponga delante de nosotros, pero sí a intentar ser como somos de una manera mas divertida. Solo una persona en mi vida sabe como soy y como era, antes de que me conociera y ahora, y eso es por intentar regalarle el oído para que se convirtiera en lo que ahora llamo, mi mejor amiga.
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