Las despedidas nunca son definitivas.

Muchos pensarán que siempre nos acabaremos acordando de las primeras clases que hemos tenido, del primer amor que fue el que nos marco, del primer amigo que nos dio un abrazo... pero no siempre son los principios los que recordamos con claridad. Queramos o no, las despedidas, son de las que más nos acordaremos. Recordarás a los amigos que hiciste ese último verano y sus últimos días, al novio que dejaste porque ya habías perdido la ilusión, o la clase de Bachiller que más se ha preocupado por ti. En las despedidas lloras, hay momentos en los que los pasas mal, pero sin ellas, no dejas paso a las siguientes oportunidades que se presentarán mas adelante. Puede que te de la sensación que siempre sean los demás los que te dicen adiós, pero no es así. Muchas veces eres TÚ el que dice adiós y se despide de los que te rodean. Parece que no es así, pero lo sabes cuando ves a tu madre llorar por ti, cuando sales por la puerta para irte a la universidad, o cuando ves como tu mejor amiga llora por ti, porque te has graduado. Nunca lloran de tristeza, si no que lo hacen desde la alegría que les causas día a día, y de que no podrán disfrutarla tan a menudo. Les das todo lo que puedes, abrazos, besos... Los coges de la mano y les susurras que les quieres y que jamás les olvidarás, porque son personas que ya te han marcado. Hay otra cosa que te hace saber si eres tú el que sufre la despedida. Saber si lloras. Llorar en la despedida de los demás te dice que se van a marchar, pero que no te van a dejar solo NUNCA. Y si es al revés, no lloras porque sabes que lloran por nada. Tú volverás a casa para ver a tu madre siempre que puedas, y llamarás a tu mejor amiga todos los días si hace falta para que no se olvide de tu voz ni de tu cara. Muchos piensan que recordamos los inicios, pero siempre acabamos recordando las mejores despedidas.

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