Digievolución.

Hace ya dos meses que no paso por aquí, que irónico, ¿no? Ese número siempre acaba persiguiéndome. Al igual que nos persiguen y perseguimos tantas cosas. Y todo esto es porque somos piezas vulnerables a casi todo lo que tenga que ver con el contacto, el de unas manos o una piel. Somos jóvenes, frágiles y multitud, nos piden cosas que nos están grandes y que vemos muy lejos, y las metas que nos ponemos nosotros son aún más enormes y están a cientos de kilómetros más. Por eso mismo, en el camino, nuestro camino, quien más difícil lo tiene es quien más grande se hace. Puedo rozar lo extraño si digo que me gusta pasarlo mal. Me gusta porque me lo han puesto todo muy fácil durante mi infancia, pero cuando llegó la época de cambios, cuando pasamos de ser unos inocentes niños a unos jóvenes soñadores todo cambió. Es ahora cuando las cosas que más me hacen romperme por dentro son las que más me hacen crecer, más me hacen aprender. Si sé tanto es porque he vivido muy deprisa.

Pero aún así, aún no tengo la clave de como controlar la situación y me da la sensación de que aunque pasen mil años, no la tendré. Me conformo con saber cosas como:

-Que el miedo te hace pensar de otra forma, te hace perder cosas.

-Que cuando pierdes las cosas son cuando te das cuenta de lo que tenías.

-Que cuando recuperamos lo que perdimos, nos sentimos tan seguros que lo descuidamos.

-Que lo imposible es lo más placentero y lo que mas daño nos hace a la larga.

-Que cuando nos rompen en mil pedazos nos volvemos mezquinos, ruines y desconfiamos de todo cuanto exista.

-Que debemos mirar por nosotros y por nadie más, siempre teniendo en cuenta las personas a las que dejamos estar ahí en los momentos de mayor miseria.

-Que no podemos tener como prioridad a otro ser, ni si quiera a algo material, si no a una de nuestras metas.

-Que llega un momento en que las cosas no te importan, y cuanto menos lo hacen mas atención te reclaman.

Para mí, los mejores profesores son los momentos. Por eso, aunque todo esté en pleno caos, incluso nuestra propia mente en conflicto con nuestro débil corazón, siempre hay que luchar por esos momentos, los que nos han enseñado, los que nos han hecho crecer, sonreír, llorar, estremecernos, sangrar, odiar y sobre todo... Sentir.

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