Corazones que no caben en el pecho.
Muy a menudo no nos damos cuenta de lo que sale de nuestra boca. Hacemos daño sin sentirlo, muchas veces es por que no nos damos cuenta, pero otras es por que no hemos vivido la vida de la persona a la que estamos hiriendo. No vemos las palabras que actúan como cuchillos, no vemos como alguien puede parecer fuerte haciendole frente a todo y luego vuelve a casa y llora por la noche. Ese sentimiento de culpa que DEBERÍAMOS tener, no siempre sale, y provoca que volvamos a hacerlo una y otra vez. Hasta que por fin, alguien nos demuestra la verdad sobre todo. Aunque seamos fuertes, no tenemos la mas mínima idea de a que se enfrentan los demás día a día, y lo digo por experiencia propia. Cuando alguien que ha sido siempre el centro de atención y nunca le han llevado la contrario, se crece todavía más, y provoca la creación de un monstruo imparable. Por ello no hay que tragar, tragar y tragar, por que toda la rabia que tienes dentro acaba explotando y causando el triple de daño que te han hecho a ti. Es entonces cuando los responsables de haber causado ese daño deberían ser tan fuertes como se creían y dar la cara sin esconderse, y no llorar y salir huyendo, para hacer creer a los demás que son la víctima de todo esto. No tenemos ni idea y repito, ni idea, de la vida personal de cada uno, la convivencia con sus padres, si realmente no confiamos a fondo en ella. El problema esta en no saber confiar, o mejor dicho, en confiar en alguien que creías que podría llegar a ser un amigo que merece la pena. Pero son momentos como estos los que te dicen: ¿Merece la pena? A pesar de valorar a tus amigos, tendríamos que preocuparnos por como ha ido su vida antes de conocerte y evitar dar en la parte mas sensible de una persona: los secretos que no contamos.
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